Claro, durmiendo en el suelo es súper fácil, y hasta lógico que te duela la espalda. Pero cuando ya no encontraba una postura que aminorara el dolor empecé a preocuparme.
Debe haber pasado una media hora hasta que llegamos a la clínica (los 3, porque no íbamos a dejar solo al enano), y a esa altura el dolor era fuertísimo. Y, bueno, mi teoría es que toda la masculinidad se me quedó en la casa porque parecía mina cursi quejándome!
Mientras me trataban de diagnosticar algunos me miraban con mucha pena (asumo que conocían este dolor) y otros... otros me miraban con cierta maldad en la cara, casi como diciendo "je je je, prepárate, cabrito, se te viene con escándalo la cosa!"
Pues sí. Mientras no terminaban de diagnosticarme no me podían tratar. Así que tuve que disfrutar el dolor tal como viniera. Y confieso que llegó un punto en que lloré como niñita, ja ja ja. Reitero: todo lo macho se me había quedado en la casa ese día, seguramente durmiendo en el suelo.
Cuando el doctor dijo "definitivamente son cálculos", fue un alivio del alma porque la enfermera me enchufa la vía en el brazo y me inyectó, según dijo, un derivado de la morfina. Sentí una especie de tensión eléctrica por todo el arco que se forma, pasando por la espalda, desde un codo hasta el otro. ¡No hay dolor, no hay dolor, coñoooo!
Me dejaron en la clínica hasta el día siguiente, acompañado de una bomba de ese derivado de la morfina. Genial, porque cuando me empezaba a doler el paso de la roca por mi interior, simplemente apretaba el botón mágico y olvidaba mis penas.
Como a eso de las 3 de la mañana, me empieza a doler otro poco... por enésima vez en la noche, sin embargo esta vez me dije "Cómo tan mariquita! Además que puede que el dolor no aumente. Las veces anteriores no lo dejé llegar a su máxima expresión. Mejor no uso la bomba, además que estos elíxires mágicos no son buenos para el organismo."

¡Qué maravilla de la medicina moderna!
Me fuí a casa la tarde siguiente sin haber botado aún la roca. Mi temor era que.. con lo que decían que dolía al salir... Imagínense qué asco si se le ocurría salir cuando yo estuviera en un baño, porque claro, del puro dolor iba a terminar revolcándome en el suelo.
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