viernes, 8 de febrero de 2013

Hojas secas y crujientes

De repente la conversación que comenzó por trabajo pasó a tratar las distintas expresiones del estrés y la ansiedad. Y al mencionar que la ansiedad me provocaba ganas de comer galletas, de masticar galletas crujientes, terminamos en una muy breve, pero súper grata conversación sobre el tremendo placer de... pisar hojas secas.


 
Recordando los placeres simples.
 
 


Ves una hoja muy seca en el suelo frente a ti. Una de esas hojas como la de la bandera de Canadá. Grande y crujiente...
¿Qué harás?
 
Por supuesto. Qué pregunta más tonta ¿No? ja ja ja.
 

 

Ahora... vas caminando por el parque y pareces ser la única persona en todo el lugar. Y ves un montón de esas hojas secas.
 
No hablo de un montoncito. Hablo de un montonazo de hojas. Es un cerro de hojas cafés, secas, crujientes. Un cerro que fácil te llega al ombligo.
¿Qué harás?

Aquí es cuando uno quisiera ser un niño no sólo de espíritu, sino también de apariencia.


(Tomé esta foto en el Jardín Botánico de la Universidad Austral)
Adivinen lo que hice luego de tomarla.

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